EL PAIS

La antigua historia de Jamaica se remonta desde la época de los indígenas taínos y los indios Arawak, (primera mitad del año 700) y aniquilados mas tarde durante la invasión española debido a enfermedades o por los trabajos forzados a los que eran sometidos (eran obligados a levantarse a las 4 de la mañana para comenzar sus trabajos en las plantaciones y volviendo a sus barracones al anochecer), y su ocupación posterior por los británicos. Los tainos la llamaban Xaymaca, que significaba tierra de bosques y agua.
Cuando los británicos invadieron Jamaica en 1655 los colonizadores españoles que llevaban dos siglos habitándola huyeron, dejando tras de sí un gran número de esclavos africanos. En lugar de ser re-esclavizados por los británicos, huyeron a las regiones montañosas de la isla, donde se mezclaron con los tainos locales.
El azúcar de las plantaciones de cañas de aquella época se llegaba a vender a altísimos precios (el azúcar era denominado “Oro Blanco”), impulsado por una economía de esclavos baratísimos quienes eran considerados seres inferiores. Los barcos venían llenos de ellos, secuestrados en África, que se descargaban y volvían rápidamente a Europa cargados de caña de azúcar.
La colonización británica trajo muchos europeos, africanos, indios y chinos a trabajar en las enormes y productivas plantaciones que mas tarde condujera a la inevitable rebelión contra la esclavitud, que produjo la emancipación y, finalmente, la Independencia.
L
a lengua común hoy día es el patois, una lengua criolla que ha mezclado expresiones y nombres genuinamente africanos con el inglés impuesto con la dominación británica a mediados del s.XVII, y es bastante difícil de entender.
Es un pueblo jubiloso que canta para sofocar la nostalgia de su madre África: todos quieren regresar a Mama-África algún día.
Además de ser esta isla un gran templo al aire libre, la ganja y los rastas conviven con los textos proféticos y creencias religiosas de todo tipo dando vida a una cultura espiritual entre rezos y bailes de la mano de los predicadores.
Según los locales en este país hay muy poco que hacer, principalmente jugar al bingo, ir a ver el futbol local, contemplar la tele o vídeos en casa, oír música o bailar en la disco.
Decir que yo "era africano" me ha abierto mucho las puertas y corazones de la gente. Se alegraban mucho de ver uno visitándolos y hablando bien de ellos y con ellos.
El jamaicano de la calle, especialmente si es pobre y vive duramente en los suburbios o en infraviviendas, se resiste a ser fotografiado a no ser cobrando dinero, incluso por la puta cara, como me ocurrió con una vieja guagua abandonada y completamente absorbida por la vegetación. Alguien que se sabía el cuento se me acercó una vez que abandonaba el lugar y me pidió dinero por ello con malas maneras. Por eso hay que saber tratar y comprender esos rostros duros que miran en ocasiones con indiferencias y a veces hasta con desprecio al extranjero. O la cantidad de veces que se me acercaban en las cantinas para pedirme que le invitara a beber algún ron. O cerveza.
La pobreza está muy extendida y el desempleo es muy alto. La vida para el jamaicano no es fácil.
La palabra Ragga significa harapiento, un término con el que denominaban los colonos británicos a los pobres de la isla y a los Rastas.
De vida relajada, el jamaicano es muy casero ya que muchos viven en zonas rurales, siendo agricultores y muy pobres que principalmente viven del azúcar, bananas y la ganja.

La tercera parte de la población habita en la ciudad, en unas calles realmente peligrosas si no se conocen o se anda perdido por ellas.
Es anecdótico ver algunos jóvenes empujando o montados en sus carritos tradicionales de madera con ruedas que tanto utilizan para vender artículos como para trasladar mercancías, maletas…, vendedores por las calles transportando sobre sus cabezas todo tipo de artículos para la venta, o a las mujeres sentadas en el borde de la carretera ofreciendo frutas o verduras.
Las mujeres apenas salen de casa debido a la tendencia machista que aún existe en la isla. Por las noches, cuando bailan se entregan en cuerpo y alma a danzar con movimientos de culo muy sexuales ante el "macho", como una forma de expresión de sumisión y signo de identidad caribeña sin prejuicios, de la que nunca vi en las discos en África.
Por las calles se puede ver a los hombres piropear descaradamente a las mujeres, aunque son muy educados y respetuosos.
La ropa, muy parecida en estampados y diseños a la usada en los países africanos, es combinada con los colores rastas, tanto en rayas como difuminados haciendo que las calles sean multicolores en movimiento. Los enormes sombreros de lana, tela o cuero, y vistosos turbantes esconden larguísimas trenzas (dreads) de los rastafaris mas puros.
Muchas casas están pintadas con ingeniosos dibujos de colores rastas, mientras que otras, entre la suciedad y la dejadez, perfilan una escena decadente entre la verde vegetación.
En las ciudades las mansiones georgianas, unas bien cuidadas y otras muchas en estado ruinoso de abandono, muestran lo que fue la época y el opulento arte colonial de la época.
Grupos de niños de negro rostro de los cuales lo más que destaca son sus blanquísimos dientes afanados en saborear el jugo de un trozo de caña de azúcar, o sus amplias sonrisas, surgen de cualquier lado con sus impecables uniformes, yendo a alguna escuela de pueblo.
Muchas escuelas se encuentran muy lejos de las viviendas por lo que muchos niños deben caminar algunos kilómetros hasta llegar a ellas. Los más agraciados se dirigen en viejas bicicletas.
Los taxis compartidos son una muy buena alternativa a los minibuses y guaguas por su rapidez de transporte pero muchos están muy deteriorados. Aunque las guaguas no se caracterizan por lo contrario.
Las distancias no son muy largas y en poco tiempo se pasa de la costa turquesa al intenso verde de las zonas rurales.

1020kms es la distancia más larga a recorrer a través de la carretera de la costa. Muchas de las carreteras, atropelladas por la majestuosa vegetación, zigzaguean entre largas plantaciones de plataneras, enormes banianos, cocoteros, cañaverales, flores de infinitos colores… donde se respira la propia libertad de estar en medio de una flora y fauna singular.
Otras son de muy difícil acceso, que con muchos baches y sinuosas curvas a través de exuberantes montañas y espectaculares valles, llegan hasta remotas aldeas.
Entre los árboles autóctonos destacan el Caoba, el Ébano, el Pimentero, el Palo de Rosa...
En comparación a la exuberante flora, la fauna jamaicana no es tan variada.

Jamaica bless you!!