Playas sin Olas

4/11 – Continuando dirección E la carretera va atravesando sorprendentes paisajes cargadísimos de verdísima espesura mientras que los tramos que van paralelos a la costa revelan pequeñas olas rompiendo sobre los suaves promontorios y arrecifes, a la vez que algunas fragatas sobrevuelan las turquesas aguas. Pasando por las playas Frenchman Cove, San San Beach, y tras 18kms se llega a la Bahía de Boston, uno de los lugares más conocidos del país y más frecuentado por los surferos locales y extranjeros. Su famosa playa consiste en una pequeña cala rodeada por escarpados rocosos y arena blanca. Éste sería el lugar donde me quedaría a la espera de buenas olas para surfear. Aunque en Boston Beach las olas, de derecha, seguirían sin ser muy potentes esos días y a la vez bastante cortas.
La habitación de la casa en donde me he quedado no era gran maravilla, y pagaba 400J$ al día. Muchos mosquitos y una música fuerte que venía habitualmente de la calle o de la casa en algunas ocasiones no permitía que el descanso fuera total.
Una vez instalado en esta zona y en vista que no ha habido olas concentré mis visitas en los diferentes parajes que iba descubriendo o me habían aconsejado conocer.
La siguiente playa sería Frenchman Cove, situada en una de las aldeas de pescadores con más encanto de Jamaica, había sido hasta este momento la cala más bonita de todas las playas visitadas. En una bien cuidada estrecha línea de playa de blanca arena cuya belleza se deriva, principalmente, del fondo de arena que favorece la trasparencia del mar, y de las límpidas aguas que fluyen hacia la orilla desde un riachuelo que atraviesa la exuberante vegetación. De paso, también, sus riquísimos nutrientes trasportados alimentan la amplia vida marina de toda esa costa.

Otro día quise dirigirme a las Cascadas Reach Falls haciendo varias paradas, no sin antes tener otro encontronazo con un joven que se trabó conmigo al no darle una cantidad de dinero que necesitaba para sus movidas. Serán pobres, pero beben demasiado. Quizás sea consecuencia del alcohol barato de su ron?
La primera parada la haría en Long Beach para controlar que tal podrían romper las olas en esa playa, dirigiéndome hasta allí en taxi compartido (20J$). El dramático escenario de la costa alcanza su perfección en Long Bay, uno de los escenarios más espectaculares en todo el país. La bahía de 1,5kms de largo es de arena casi de color rosado, las profundas aguas de color turquesa y ese día una fuerte brisa empujaba las pequeñas olas a romper en la orilla con fuerza.
El poblado me resultó muy triste y mal cuidado. Su playa, donde dicen que acuden muchas familias locales los fines de semana no me pareció nada bonita. Aunque no ha habido olas estos días se puede deducir que tiene muy buena pinta, con un buen potencial surfero. El estilo de vida aquí es relajado y placentero para los amantes de las olas, algo así como aquel Negril de hace 20 años. Las canoas varadas sobre la playa, con sus redes de pesca secándose al lado de ellas dan un toque fotogénico. Para surfear las costas jamaicanas es indispensable tener vehículo propio, pero resulta algo caro.
Continuando la ruta marcada también fui en taxi compartido (50J$) hacia Manchioneal, un tranquilo poblado de pescadores con una igualmente calmada ancha playa de poca profundidad y aguas turquesa donde las coloridas piraguas varadas en la orilla abstraía un poco su fealdad como consecuencia de la cantidad de chabolas existentes. Su principal negocio radica en la pesca de langostas que surten a los hoteles de la zona. Desde allí y a una hora y media de pateo hacia la montaña se llega a Reach Falls, (100JS) famosa desde hace algunos años debido a las escenas de amor bajo la cascada filmadas en la película “Cocktail”. Casi 800mt más arriba se encuentra la Cueva Mandingo con una piscina natural de hidromasaje.
Rodeada de bosque virgen, una serie de cascadas van cayendo escalonadamente sobre distintos niveles de piedra caliza que ha formado con el tiempo una ahuecada piscina natural de color jade.
Mientras disfrutaba de aquella “ducha natural” conocí a Jonhy y Marie, un rasta y su novia canadiense, bastante agradables. Pasamos la jornada hablando y nadando y al atardecer bajamos juntos en una camioneta-taxi local hasta Mainchoneal.
Marie me ha comentó que no había tenido ningún tipo de problemas con los jóvenes “rastas” pero pienso que al ir acompañada de un local todo se desarrolla de una manera completamente diferente.

Aunque seguía controlando bastante el presupuesto diario me daba cuenta que gastaba demasiado pues toda esta zona continuaba siendo igual de cara, y los locales aún siendo muy pobres no escatimaban el poco dinero que tienen en cogerse buenas borracheras con el ron local.
Siempre que viajo en plan surfero, me llevo el material de reparación de mis tablas. Una de las mañanas me la había pasado arreglando algunas tablas de surf de los locales de la playa de Boston, intentando de esa manera poder tener una buena aceptación en el grupo. Como así sucedió. Pero la confianza llega hasta el extremo que Steve, el surfero local y más respetado, que me pareció un tipo muy enrollado, me pidió algo de dinero prestado.
Aprovechando que había subido la fuerza de mar nos dimos un baño con las tablas. El viento que era malo, quizás algo fuerte para esta playa, no impidió que surfeáramos algunas olas. Había notado que tenían poco poder de arrastre, por lo tanto tuvimos que esperar otro momento que se quitara el viento. Fue el primer baño y por lo que estaba viendo… la había “cagado” trayendo la tabla de surf. Me hubiera resultado mejor alquilársela a esta gente antes que estar cargando durante todo el viaje con tanto equipaje.
El resto del día lo pasé vagando por el pueblo, que me resultaba bastante aburrido, y notaba igualmente que la gente aquí también se aburre. Y la mejor solución que han encontrado los hombres es beber aguardiente local, con lo cual resultan irremediablemente pesados bajo los efectos del alcohol.
Francamente no me estaba gustando nada el ambiente, al menos en la zona de costa. Son muy duros de tratar y nada simpáticos al primer contacto. Algunos son agradables pero otros muchos la joden con tanto pedir y lamentarse estar viviendo en Jamaica por culpa de los blancos. Todos desean volver a Mama-África, de donde dicen son sus raíces. Los mayores pasan de todo pero las intenciones de los más jóvenes es ir a buscarse la vida con el guiri.

Al siguiente día me levanté con enormes agujetas en las piernas, el cuerpo hecho polvo y pocas ganas de hacer cosas. De forma relajada bajé a dar una vuelta a la playa a las 6:30 y al comprobar que el viento seguía siendo igualmente malo di media vuelta y directo a casa a seguir durmiendo para recuperarme. Los mosquitos me terminaron por amargar la mañana en la habitación, por lo que aproveché para reparar la tabla de Steve, el surfero local, que me la había dejado el día anterior porque estaba en mal estado. Al cabo de unas horas volví nuevamente a visitar la playa para comprobar si había aflojado el viento. Como no ocurrió. De vuelta a casa otra vez, me encontraba con Steve que venía a hacerme una visita trayendo consigo un coco que me ofreció para desayunar. De paso le enseñé algunas técnicas de reparación con el material y le prometí que le iba a regalar la resina, el catalizador, los paños de fibra y algo de papel de lija cuando me fuera a marchar. Su alegría fue mayúscula.
Habiendo visto toda esta costa y como estaban pasando los días supuse que para los pocos que ya me quedaban, no sucedería un milagro con las olas. Y así, definitivamente, Boston sería mi último lugar de residencia en esta isla antes de subirme al avión que me devolviera a mis hermosas islas donde con toda seguridad podría seguir cogiendo buenas olas.
A las 3 de la tarde acompañé a los chiquillos en la guagua local que iban a jugar un partido de futbol en otro pueblo. El día anterior me habían pedido que jugara con ellos en su equipo, pero me negué, primeramente porque no me apetecía terminar con alguna patada innecesaria y otra porque seguro que se darían cuenta que no soy habitual del pueblo y se formara una tangana por si debiera o no jugar con ellos.
Ya de noche, nos fuimos a beber unas cervezas a la disco local, un bareto donde un grupo putillas “itinerantes” que recorren la isla en el minibús con su proxeneta se habían parado esa noche en el pueblo. Algunos clientes en el interior, con muy poca luz y la música muy alta, animaban sus sensuales bailes poniéndoles algunos billetes en el mini-pantalón o en las bragas. Algo corriente en este tipo de show sexual donde las danzantes son obsequiadas con billetes por clientes borrachos en agradecimiento a su espectáculo. Luego llegan a un acuerdo y se retiran a un privado o un hostal. 

Las marchas son de un estilo muy extraño aquí. La música también. Prevalece el dance hall con unos bailes muy sinuosos por parte de la pareja que realiza movimientos muy eróticos. Apenas se baila reggae. Todos se retiran a la 1 de la mañana.

A pesar de que el día siguiente amaneció temiblemente malo debido la lluvia, al mucho viento (y tampoco hubieron olas), a medio día se despejó. Tras almorzar en un bar local donde otro “colgaera” me volvió a incordiar con su mal rollo, me trasladé a Puerto para visitar nuevamente la Navy Island.
Es una isla realmente bonita y hay que pagar 100J$ i/v. por el paseo en ferry que lleva hasta su pequeño muelle de madera. Allí se encuentra la que fuera la casa de Errol Flynn convertido en el Resort Navy Island Marina. Hay tres pequeñas playas, una de ellas ideal para tostarse bajo el sol. Está prohibido llevar comida a la isla. El restaurant del resort, es caro, y muy bonito.