9/11 – Había amanecido bastante soleado, sin viento y también sin olas, y se me ocurrió la idea de disfrutar del día bajando el Río Grande mediante Rafting. Tardé casi una hora desde Port Antonio en la apretada y calurosa guagua llegar al punto de partida, Berridale (Grant´s Level), donde se encuentran todas las balsas de bambú. Están todas muy bien confeccionadas. Sobre un gran apilamiento de bambúes han instalado un cómodo asiento para dos personas mientras el palista, desde delante, hace avanzar la embarcación presionando el fondo con un largo bambú. Me pidieron 600J$, pero al final, tras regatear un poco pues apenas les ponía interés en que quería subir a una embarcación, me lo dejaron por 400J$. Nada más llegar, algunos jóvenes se me acercaron ofreciendo sus embarcaciones. En vista que me trataron como a cualquier otro guiri que quiere ser paseado, intenté disimular como que no estaba muy interesado en subirme y así relajar tensiones.
Las aguas de las continuas lluvias que descienden de las Montañas Azules alimentan al Río Grande. El uso original de estas balsas fue para el transporte de banano desde las plantaciones del interior hasta la costa, y ahora el negocio está en transportar a los guiris, usando un largo bambú por un guía local, en casi dos horas (dependiendo del curso del río) de espectacular recorrido hasta la bahía de St. Margaret, atravesando algunos manglares, diferentes tramos de vegetación, enormes arboledas que caen sobre el agua y algunos rápidos muy fáciles de pasar. Aves parecidas a las Garzas blancas, Papagayos, Cucos….
En un momento de la bajada llevamos a un “hippie-rasta” que tenía la intención de ir a un pequeño poblado que se encontraba un poco más abajo a orillas de río. Y en agradecimiento por el transporte me dedicó con su guitarra la canción Redemption Song de Bob Marley:
Viejos piratas me robaron/ y me vendieron a algún mercader/ Minutos después me sacaron/ del agujero más cruel/ Y mis manos se volvieron fuertes/ Con la fuerte mano de dios/ triunfalmente nos imponemos/ A esta generación./ Para que seamos libres, Ayúdame a cantar / Tan solo una canción de redención/ Una canción de redención./ Libérate de tu esclavitud mental/ Sólo nosotros la podemos liberar/ No temas la energía atómica/ Porque el tiempo nadie lo puede parar./ Cuantos más profetas nuestros van a matar / Mientras miramos a otro lugar/ La historia no fue escrita ahora/ Tenemos que cumplir con el Libro./ Querrías ayudarme a cantar/ Otra canción de libertad/ Porque es todo lo que tengo/ Canciones de Redención/ Canciones de Redención.
(…)
De vuelta a Boston los chiquillos me fueron a buscar para salir de marcha a la disco local. La música era realmente rarita, al igual que sus bailes. Y a la una de la mañana todos se retiraron.
El domingo volví a Puerto para conocer el ambiente religioso en este pueblo y fotografiar las iglesias. Todo en este pueblo estaba muy relajado. Los feligreses acudían a sus respectivas parroquias. Las mujeres llegaban engalanadas con sus anchas pamelas blancas y las niñas iban vestidas con trajes absolutamente chabacanos.
Por la tarde marché hacia Dragon Beach para disfrutar de su piscina. Había poca gente y el día estuvo espectacular.
Ya por la noche, una enorme cena de Jerk de cerdo, que me quemó el estómago de lo absolutamente picante que estaba, lo disfruté hasta el último trozo.
Al día siguiente, en taxi compartido (30J$), di un garbeo por Moore Town, antes llamada Nanny Town, un pequeñísimo poblado en el centro-este de la isla que me mostraría algo de lo que apenas hablan los libros de viajes. Aunque poco pude ver en este lugar que, atravesado por una carretera secundaria en mal estado con sinuosas curvas absorbidas por desenfrenada y exuberante naturaleza, se trata de un poblado donde predomina una ferviente comunidad cristiana y es necesario un guía local para inmiscuirse entre los paisanos, quienes también podrían alquilar alguna habitación de sus casas a los forasteros. La visita a la tumba (Bump Grave) de la reina Nana Grandy (1686-1733), héroe nacional y jefa de los Cimarrones (o Marroons) de Jamaica, donde una placa la identifica como tal, es casi un deber.
Los lunes es el día principal cuando la madre Roberts, una curandera local, efectúa ante mucha gente que viene de los pueblos aledaños diversas prácticas vudú en el Deliverance Center y también por los bailes y la música revivalista. Pero las curas privadas las realiza los miércoles en una choza en la parte trasera de su casa.
Lo mejorcito realmente son los cantos en la iglesia a las 19:30, pero era tarde para mí y no me podía quedar hasta esa hora, así que no los pude escuchar. De todas formas, la curandera-religiosa no se encontraba ese día en el pueblo. De vuelta a Puerto, una buena caminata y luego en coche (10km), en el que no destacaría nada especial sino quizás lo poco visto por el camino.
Cuando Cristóbal Colón llegó a Jamaica el 4 de mayo de 1494, se encontró con unos apacibles aborígenes (indios Arawak), a quienes reclamó sus tierras para la corona española. Sin embargo, no fueron colonizados realmente hasta después de la muerte de Colón. Y tan s. Sólo unas pocas décadas después de su muerte casi todos los arawaks fueron exterminados al ser obligados a trabajar duro (no estaban acostumbrados a ello) en los campos y en las minas de oro. Esto condicionó a Bartolomé de las Casas (el “apóstol de los indios” que no entendía que la esclavitud era un mal, mas tarde sí) para pedir a las autoridades españolas sustituirlos por trabajadores africanos, pues decía que eran más adecuados para aquel extenuante trabajo. Su consejo fue aceptado, y pronto miles y miles de hombres y mujeres fueron arrancados de su tierra natal en el oeste de África para ser llevados como esclavos a Jamaica.
El 10 de mayo de 1655, una fuerza militar británica terminó arrebatando Jamaica de las garras españolas, los negros huyeron a las montañas, donde lucharon para no ser esclavos de nuevo y más tarde se mezclaron con los Tainos locales. Después de más de 80 años de guerrilla, dejaron de ser molestados por los británicos mediante un tratado de paz en 1739, convirtiéndose en los primeros esclavos negros en ser liberados. En virtud del tratado, recibieron tierras y beneficios libres de impuestos en diferentes partes de la isla donde sus generaciones venideras siguen viviendo hasta el momento. Ahora son los Cimarrones de Jamaica, y los de Moore Town. Se consideran especialmente diferentes, semi-independientes, en comparación con sus homólogos de otras partes del país, y orgullosos de haber escapado de la esclavitud.
Éstos poseen una superficie de tierra muy superior a la de cualquier otra comunidad de este tipo. Su lenguaje es el kromanti, un equivalente al Asante Twi de Ghana.
Ya por la noche, una enorme cena de Jerk de cerdo, que me quemó el estómago de lo absolutamente picante que estaba, lo disfruté hasta el último trozo.
Al día siguiente, en taxi compartido (30J$), di un garbeo por Moore Town, antes llamada Nanny Town, un pequeñísimo poblado en el centro-este de la isla que me mostraría algo de lo que apenas hablan los libros de viajes. Aunque poco pude ver en este lugar que, atravesado por una carretera secundaria en mal estado con sinuosas curvas absorbidas por desenfrenada y exuberante naturaleza, se trata de un poblado donde predomina una ferviente comunidad cristiana y es necesario un guía local para inmiscuirse entre los paisanos, quienes también podrían alquilar alguna habitación de sus casas a los forasteros. La visita a la tumba (Bump Grave) de la reina Nana Grandy (1686-1733), héroe nacional y jefa de los Cimarrones (o Marroons) de Jamaica, donde una placa la identifica como tal, es casi un deber.
Los lunes es el día principal cuando la madre Roberts, una curandera local, efectúa ante mucha gente que viene de los pueblos aledaños diversas prácticas vudú en el Deliverance Center y también por los bailes y la música revivalista. Pero las curas privadas las realiza los miércoles en una choza en la parte trasera de su casa.
Lo mejorcito realmente son los cantos en la iglesia a las 19:30, pero era tarde para mí y no me podía quedar hasta esa hora, así que no los pude escuchar. De todas formas, la curandera-religiosa no se encontraba ese día en el pueblo. De vuelta a Puerto, una buena caminata y luego en coche (10km), en el que no destacaría nada especial sino quizás lo poco visto por el camino.
Cuando Cristóbal Colón llegó a Jamaica el 4 de mayo de 1494, se encontró con unos apacibles aborígenes (indios Arawak), a quienes reclamó sus tierras para la corona española. Sin embargo, no fueron colonizados realmente hasta después de la muerte de Colón. Y tan s. Sólo unas pocas décadas después de su muerte casi todos los arawaks fueron exterminados al ser obligados a trabajar duro (no estaban acostumbrados a ello) en los campos y en las minas de oro. Esto condicionó a Bartolomé de las Casas (el “apóstol de los indios” que no entendía que la esclavitud era un mal, mas tarde sí) para pedir a las autoridades españolas sustituirlos por trabajadores africanos, pues decía que eran más adecuados para aquel extenuante trabajo. Su consejo fue aceptado, y pronto miles y miles de hombres y mujeres fueron arrancados de su tierra natal en el oeste de África para ser llevados como esclavos a Jamaica.
El 10 de mayo de 1655, una fuerza militar británica terminó arrebatando Jamaica de las garras españolas, los negros huyeron a las montañas, donde lucharon para no ser esclavos de nuevo y más tarde se mezclaron con los Tainos locales. Después de más de 80 años de guerrilla, dejaron de ser molestados por los británicos mediante un tratado de paz en 1739, convirtiéndose en los primeros esclavos negros en ser liberados. En virtud del tratado, recibieron tierras y beneficios libres de impuestos en diferentes partes de la isla donde sus generaciones venideras siguen viviendo hasta el momento. Ahora son los Cimarrones de Jamaica, y los de Moore Town. Se consideran especialmente diferentes, semi-independientes, en comparación con sus homólogos de otras partes del país, y orgullosos de haber escapado de la esclavitud.
Éstos poseen una superficie de tierra muy superior a la de cualquier otra comunidad de este tipo. Su lenguaje es el kromanti, un equivalente al Asante Twi de Ghana.
9/11 – Había amanecido bastante soleado, sin viento y también sin olas, y se me ocurrió la idea de disfrutar del día bajando el Río Grande mediante Rafting. Tardé casi una hora desde Port Antonio en la apretada y calurosa guagua llegar al punto de partida, Berridale (Grant´s Level), donde se encuentran todas las balsas de bambú. Están todas muy bien confeccionadas. Sobre un gran apilamiento de bambúes han instalado un cómodo asiento para dos personas mientras el palista, desde delante, hace avanzar la embarcación presionando el fondo con un largo bambú. Me pidieron 600J$, pero al final, tras regatear un poco pues apenas les ponía interés en que quería subir a una embarcación, me lo dejaron por 400J$. Nada más llegar, algunos jóvenes se me acercaron ofreciendo sus embarcaciones. En vista que me trataron como a cualquier otro guiri que quiere ser paseado, intenté disimular como que no estaba muy interesado en subirme y así relajar tensiones.