28/10 – Evidentemente, viajando por Jamaica, no podía obviar la visita a la casa de Bob Nesta Marley Booker (1945-1981) situada en la comunidad de Nine Miles.
A las 7 de la mañana comenzaba mi particular periplo en minibus hasta Anotto (40J$), luego en taxi a Port María (30J$) y nuevamente en minibus a Ocho Ríos (40J$) llegando a las 10:30. Allí aproveché para revelar dos carretes de fotos de 40 y de paso conocer el mercadillo local, donde compré un sombrero de rafia (para mi hermano, que le encanta los sombreros raritos). Me espantó lo comercial y lo cargado de turistas de este lugar.
Ese turismo masivo que está cambiando la fisonomía física y humana de la zona costera que aunque está creando mucho empleo en hostelería y restaurantes, que genera grandes entradas de divisas y que favorece a los agricultores, al aumentar la demanda de de frutas tropicales y verduras, al mismo tiempo mucha diferencia sociales percibiendo la afluencia de extranjeros como una agresión a sus tradiciones.
Entre tantos enormes hoteles donde los turistas viven su “todo incluido” en un mundo artificial, como si se tratara de una base militar con barreras metálicas, destacan las tienditas de madera y bambú que abundan por diferentes calles y los vendedores llegan a ser unos auténticos pesados. Los Mercados de Artesanías se encuentran entre el Puerto y Sam Sharpe Square, y hay otros más pequeños en la zona hotelera, en Fort Street y en la Fortaleza (s.XVII). La Avenida Gloucester , paralela a la playa, cuenta también con una gran colección de tiendas, souvenirs, supermercados, ropa, artículos de arte, artesanía, restaurantes y centros de ocio y entretenimiento.
Una vez con las fotos en mi poder me dirigí a la estación de minibús, cerca del arroyo, subí a uno que me dejaría en Sta. Ann (40J$) sobre las 12:00, y desde allí otro a Claremont (40J$) que se encuentra a 7kms de Nine Miles.
Una vez con las fotos en mi poder me dirigí a la estación de minibús, cerca del arroyo, subí a uno que me dejaría en Sta. Ann (40J$) sobre las 12:00, y desde allí otro a Claremont (40J$) que se encuentra a 7kms de Nine Miles.
La zigzagueante carretera hacia el interior de la isla que está en algunos tramos franqueada por la majestuosa vegetación que domina las montañas, atraviesa también plantaciones de plataneras salvajes, enormes banianos, larguísimos cocoteros, espesos cañaverales, escabrosos bosques, flores de infinitos colores, arriscados precipicios de abrumadora espesura y pueblitos de coloridas casas de madera y otras muy destartaladas o sucias. Pertenecen muchas de ellas a la comunidad Boboshantis, los rastafaris mas tradicionales y comprometidos espiritualmente que se identifican como auténticos descendientes etíopes, llevando una vida totalmente natural dedicada a la meditación. Usan el turbante como distintivo de entre otras órdenes religiosas, fieles cumplidores de los preceptos bíblicos del Antiguo Testamento. Se le pueden ver deambular por los mercados vendiendo sus productos manufacturados por ellos mismos, como medio de subsistencia diaria.
Nada más llegar los locales me dijeron que no había vehículo que circulara hasta allí, y que debía chartear un taxi. Me pidieron tanto que pensé que otra posibilidad sería intentarlo por el otro lado. Así que volví a St. Ann (20J$), cogí un minibús hasta Brown Town (30J$) y otro a Alexandra (20J$) llegando a las 16:00. Y para desgracia mía me dicen que desde allí tampoco había transporte público, sino "charteando" un coche. No me lo podía creer. Ya eran demasiados inconvenientes. Al final no tuve más remedio que ceder: por 200J$ un tipo me llevó hasta la puerta de la casa de Marley, en Nine Miles. Confiado que no podría salir de ese pueblo en transporte público, le dije al chófer que volviera una hora mas tarde para recogerme. Le gustó la idea porque sonrió considerablemente. Supuse que se habría hecho el día conmigo. Sin duda alguna, en éste punto del día y lugar, sentí que ya había efectuado una auténtica peregrinación, con la consiguiente “penitencia” incluida.
La casa del más conocido transmisor de la música reggae (Fundación Bob Marley) está perimetralmente vallada para que no se cuele nadie. Una vez traspasada la puerta de entrada, se llega a una pequeña tienda turística con el saludo “One Love“ (un único amor para todos, sin distinciones) donde se vende todo tipo de parafernalia del cantante: desde libros, postales, algunas cintas musicales, sellos, fotos…. Una vez pagado ahí el derecho de visita (400J$), guía incluido, se accede por una rampa hacia una pequeña montaña que la han llamado Mount Sayaum (el Cielo/colina de azúcar), en recuerdo de la que se encuentra en Jerusalem y ahí se encuentra lo que fue su pequeña y modesta casa y el mausoleo. Para entrar en ella hay que descalzarse y caminar en estricto silencio como respeto. No está permitido hacer fotos.
El guía me mostró la habitación de Bob que aún sigue intacta y supuestamente de la misma manera que la dejó cuando a los 13 años se mudó a Kingstown. Aún quedan algunos enseres como su cama y varias fotos.
Saliendo al exterior se halla la cocina y horno que es una montaña de piedras pintadas.
En otro habitáculo, iluminado por una ventana superior con vidrieras (obsequio del gobierno de Zimbabwe) se encuentra su cuerpo dentro de un ataúd, en el interior de un mausoleo de mármol italiano, a un metro del suelo y dispuesto con la cabecera de tal manera que es alumbrada a una hora concreta del día cuando se cuela los rayos del sol a través de una estrella de David situada en otro lateral. Al lado se encuentra una guitarra, su biblia y un libro de visitas.
Nacido de una madre con 16 años y un padre marino británico que nunca quiso reconocerlo como tal ni tan siquiera hacerse cargo de él. No se consideraba ni negro ni blanco, sino una “persona del mundo”. Recibió la Medalla de la Paz por la O.N .U., pero fue poco apreciado por las autoridades debido según ellos a la pésima imagen que exportaba de un país asociado al reggae, al rastafarismo y la marihuana. También por algunas mafias locales ya que algunas de sus canciones protestas hacían referencias negativas de ellos. Sin embargo, recibió la Orden del Mérito de Jamaica por haber contribuido a la difusión de su cultura y cada 6 de febrero se le homenajea en su lugar de reposo.
El dinero que recaudan de las visitas turísticas es invertido en la construcción de escuelas en la comunidad.
En el exterior, algo más allá, se puede ver una piedra redonda pintada con los colores Rastafaris (NEGRO: color de la piel, ROJO: color de la sangre, AMARILLO: color del sol, VERDE: color de la naturaleza, o la ganja para fumar), donde dicen que Bob pasaba largas horas sentado o recostado meditando ("tó fumao"!!) y componiendo algunas de sus clásicas canciones de letras de temática social, política y religiosa a la que él estaba muy bien acostumbrado.
Y continuamos caminando hacia una pequeña plantación de ganja (marihuana) de auténtica Sensimina, que había tras ella. La que fumaba Bob y sus amigos. Dentro de la religión rastafari la hierba es tan sagrada que ayuda a entrar en conexión con Jah Rastafari, el todopoderoso mediante “señales de humo”.
Es “la sustancia de la que están hechos los sueños”, narcótica y medicina sacra, y pertenece a la esta religión como el agua bendita a la iglesia católica.
Sustento de una gran población, muchas familias tienen pequeños huertos escondidos detrás de sus casas para consumo propio, por que el cultivo y consumo es ilegal (1 porro = 1 mes de cárcel). Pero a la vez es la mayor fuente de ingresos de la isla con una facturación anual de más de 3 billones de US$.
Se puede comprar en cualquier lugar. Yo se lo compraba a unos viejitos que vivían cerca de la casa donde me alojaba. Se consume en infusiones de té, con verduras al vapor, en pasteles, introducidas dentro de la botella de ron, fumada…
La preparación y consumo de esta semilla narcotizante son las únicas ambiciones que parecen cotidianas en el día a día de esta gente. Hay que saber como recoger las plantas. Como hacerlo en el momento preciso y como extraer su potencial.
Al final del recorrido me pidió una propina y le di 200J$ por el excelente interés que puso en su trabajo.
A la salida del recinto vi pasar un taxi colectivo con gente en su interior. Más rabia me dio aún porque me habían asegurado que no existía transporte público en esta zona. Pero era tarde para cogerlo. Ya había dado “mi palabra” de volver con el mismo coche que me trajo (por otros 200J$).
La vuelta fue Alexandra-B.T.-8R.- P.M.- Annoto- (20$+30$+30$+30$). El último tramo tras una larga espera por transporte lo hice, ya de noche, gracias un grupo de anglicanos que me invitaron a subir a su guagua particular. Por momentos había creído que me quedaría a dormir en Anotto. Luego pensé que los religiosos se comparecerían de mí por estar tirado a esas horas de la noche, pero me cobraron 100$ por el trayecto hasta P.Antonio, (lo que cuesta un taxi) llegando a las 22:30 bastante constipado, por cierto.
En total 860J$, que hubiera sido mejor haberlo "charteado" desde MoBay, evitando de esta manera tanto trastorno.
Y lo peor, al día siguiente amanecí con un fuerte dolor de cabeza de tanto estrés de tan peculiar peregrinación. Y aunque bajé unas pocas horas a la playa, la "nublaera" me envió nuevamente a casa donde continué el reposo el resto del día.
Continuando mi rutina diaria, al siguiente día, tras desayunar carne de vaca con plátano hervido mi siguiente paseo sería dirigirme hasta el Faro en busca de otra visión de la ciudad, la bahía y su gente. Luego un pequeño pateo al Castillo del Tridente, 3km oeste, una de las mayores casas privadas en el Caribe. La construcción comenzó en 1979 y duró aproximadamente diez años. Considerado como el más fascinante de todo el país, tiene múltiples escaleras de caracol, pasajes, salones, ocho habitaciones, balcones y una piscina que se asoman a las majestuosas Montañas Azules y el mar.
Y concluí en taxi (20J$) hacia la pequeña pero bonita y muy recogida playa privada San San, un buen lugar para surfear cuando hay bastante fuerza de mar, cosa que ha estado faltando esos días. Me dejaron entrar sin pagar los 2J$ que cuesta su disfrute pues es sólo para los clientes de los hoteles de los alrededores. Allí se rodó “la Isla del Tesoro”. Varias ricas mansiones de opulentos famosos están ancladas a lo largo de la península Alligator Head. Unos caminos que llegan a la playa de entre la verde arboleda proceden también de los carísimos hoteles cercanos. Y mirando hacia el horizonte, se encuentra una pequeña isla que llaman de varias maneras: “de los Monos”, “Pellow”, “Wood”, y varios arrecifes a diferentes profundidad para “submarinear” y observar el colorido fondo lleno de vida. Todo ello hace de este espacio un lugar con mucho magnetismo. También fue uno de los mejores días de sol y playa.
Durante los días que me he quedado en Puerto en algunas ocasiones ha estado lloviendo al amanecer lo que me ha incitado a quedarme algo más de tiempo en cama y recuperarme de tanto ajetreo de todos esos días. Aunque suele despejarse a medio día al atardecer vuelve a llover lo que a su vez también dificulta los pateos y algunas visitas.
Ésta es una ciudad muy sucia y los putos "colgaeras" abundan sin escrúpulos. Su técnica de enganche al guiri es bien sencilla: “…Te acuerdas de mi? (aunque no sea cierto) …Invítame a… (cualquier cosa, pero invítame!). …Fumas? …Bebes? …Comes? (lo que sea)”. En ocasiones utilizan un poco la intimidación a la hora de pedir esas “limosnas”.
El jamaicano quizás no sea tan abierto como podrían ser los cubanos o dominicanos, pero una vez entablada una amistad se abren mucho más
La disco se acaba temprano, suele salir poca gente y la música no tiene nada que ver con el reggae. Es el dance hall lo que hace mover los culos de esta gente.
Con el tiempo que llevaba moviéndome de pueblo en pueblo había notado que sería complicado haber recorrido la isla entera ya que los precios del alquiler de coches y de los hoteles son demasiado caros. Ésta es la segunda isla más cara del Caribe. La suerte sería encontrar a paisanos que alquilasen una habitación de su casa a un módico precio.