Port Antonio


22/10 – A las 6 de la mañana ya preparaba la mochila y la tabla para embarcar en un minibus dirección Anotto (tuve que pagar 80J$ por dos asientos para poder introducir mi tabla) y luego coger otro hacia Port Antonio, y en éste no tuve que pagar de más porque la metieron debajo de los asientos. Dos horas de sugestivo trayecto tanto por los paisajes como por la gente, bastante noble y amable, que daba pie a charlar afablemente. Se encuentra entre las enormes Montañas Azules (2.256 metros sobre el nivel del mar, lo más alto en el Caribe) y el mar, conservando su encanto de pueblo de pescadores, mientras ofrece a la vez comodidad, variedad y diferentes aventuras, ...con sus hermosas lagunas, soberbia vegetación, restos de viejas fortificaciones con cañones de la época, playas de aguas cristalinas, montañas y hermosas puestas de sol. Es quizás la ciudad más bonita del país debido a muchos de sus edificios de majestuoso estilo georgiano construidos durante la bonanza del comercio de las bananas a principio de siglo por una aristocracia de buen gusto, de dinero y de gloria.
Me quedé en la península de Tichfield, en lo alto de una colina, con una familia que alquilaba varias habitaciones en su casa (Little Reef Guest House / 300J$), con dos enormes camas, baño compartido y uso de su salón para ver TV y oír música, rodeada de verdísima vegetación y unas extraordinarias vistas hacia la isla Navy, comprada en su momento por Errol Flynn y que ha cambiado varias veces de propietarios.
En el lado oeste del pueblo hay una pequeña bahía, un muellito de madera y un descampado con césped ideal para tomar el sol o darse unos bañitos rodeado de la más variada vegetación, con unas inmejorables vistas hacia la isla.
La siguiente mañana amaneció lloviendo copiosamente por lo que me quedé algunas horitas de relax en la cama. Era un agua cálida, tropical, que golpeaba las entrañas de la naturaleza como el estrépito del reggae que sonaba en esos momentos en mi radio.
Luego, un más que corto baño en la playa antes de desayunar en el pueblo y de paso cambiar algunos travel-cheques que había comprado en un banco antes de iniciar el viaje. Para mi sorpresa observé, a la hora de sacarlos, que se habían equivocado y en vez de darme los dólares americanos que pedí, me dieron libras esterlinas. Que alegría la mía, ya que estaba gastando más dinero del que tenía previsto y eso me ayudaría a tener algo más de presupuesto y vivir más holgadamente en este país que no había parado de quejarme de lo caro que es. En fin, ya me había hecho a la idea de que no estaba viajando por el sureste de Asia y debía olvidar lo barato que se vive allá.
(1J$ = 4ptas.)
Al otro día, como estaba siendo costumbre, amanecía lloviendo, el viento continuaba algo flojo y sin fuerza de mar suficiente para que me convenciera de sacar la tabla de surf de su funda, por lo que me propuse como plan del día dar un salto a Boston Beach para controlar la playa y de paso encontrar algún hostal donde quedarme la siguiente semana pues sería mi próximo destino. Viendo la situación, retrasé la salida y a eso de las 10 desayuné un riquísimo Ackeé, el plato nacional de Jamaica: un fruto que se compone de tres semillas de color negro rodeado de carne amarilla y una piel que se convierte en roja en la madurez de la fruta (se abre revelando la pulpa y las semillas) y se come con pescado salado.
Luego subí a un taxi compartido (20$) y al llegar, igualmente, en la playa tampoco había olas. La primera impresión que me dio fue de ser muy pequeña y parecer una mierdilla. Algunos paisanos me recomendaron una casa donde poder hospedarme. Tenía una habitación con vista a un enorme parterre, y otra puerta de salida hacia él. Me la dejaban en 400J$/día si me quedaba al menos una semana. Algo más caro de lo que esperaba, pero me convenció y la reservé sin inconveniente alguno.
A medio día seguí la ruta hacia el Este en busca del afamadísimo Blue Lagoon (Lago Azul) (80J$) donde en 1980 se filmó la película del mismo nombre, protagonizada por Brooke Shields. Es una pequeña bahía rebosante de verdísima vegetación, arena blanca donde se puede bañar en sus turquesas aguas y tomar el sol sobre la tarima flotante que ha instalado un restaurante, también flotante, mientras me acompañaban unas fresquitas cervezas y unos simpáticos paisanos de la capital con sus hijos. Almorzamos Jerk (carne de cerdo muy especiada cocinada dentro de un agujero hecho en la tierra y tapado con chapa ondulada y arena). A este lugar suelen venir muchos kingstonianos con sus familias a pasar el día.
Considerado como uno de los lugares naturales de belleza legendaria en el mundo donde la mezcla de agua dulce y salada ofrece una experiencia de baño inusual. Y es cierto que es uno de los sitios más bellos y encantadores de todos los que he visitado en mis viajes. Algunos dicen que la laguna no tiene fondo y que una especie de dragón reside allí. Pero, en realidad, la Laguna Azul y es un encantador lugar con un agua de azul profundo proveniente de un fresquísimo manantial. Este lugar llamado por los locales "Blue Hole", que fue bien difundido por el biólogo marino Jacques Cousteau a través de las grabaciones de unas inmersiones a 52m de profundidad, se abre al mar a través de un estrecho embudo.

Al siguiente día acudí hasta Sommerset Falls, un espacio bastante publicitado en las revistas de viajes, a 14km oeste de Port Antonio, en minibús (30J$) y paradójicamente no me gustó nada el lugar. Quizás me había confiado demasiado en la extraordinaria propaganda del mismo. Me pareció exageradamente caro (100J$) por los 30 minutos que duré en sus alrededores. Lo primero que destacaba al entrar mientras me introducía por la estrecha vereda junto al riachuelo que viene directamente de la cascada, eran las numerosas aves exóticas como el Emú (parecido al Casuario) o aves acuáticas, de magníficos colores y las flores tropicales (Crotones, Helechos, Heliconias o brillantísimas Plumerias (también llamadas Jazmines Manga). Las aguas del Río Daniel se escabulle entre un profundo desfiladero atravesando una apacible selva tropical, con algunas espumosas cascadas. En la esquina de un recoveco se encontraba una barcaza artesanal cuadrada de madera que servía para acceder paleando hasta el interior de la cueva natural tras la fuerte caída de agua procedente de tanta lluvia de estos días. El agua no estaba del todo limpia por lo que no me di el preceptivo baño.
La vuelta la quise hacer a pie, un paseo de 3 o 4 kilómetros hasta la desembocadura de Río Grande y allí me enteré, al ver un grupo de balsas de bambú, que se podía subir en bus hasta Berridale para luego bajar haciendo Rafting hasta la bahía de St. Margaret . Días atrás me habían dicho que no era posible llegar hasta allá yo solo y debía chartear un taxi. Me resultaba caro y en principio lo aparté de mi ruta. Cosas de "bisnosos". Pero esa vez pensé realizarlo más adelante, por lo que la idea de bajarlo en raft volvió a mi mente.

Otro día temprano, mientras sonreía mirando al sol, tres pajaritos ante mi puerta cantaban dulces canciones de melodías puras, cantando: este mensaje es para ti…. No te preocupes por nada porque todo irá bien… (decía la bellísima canción de Bob Marley que atravesaba las paredes proveniente de la radio que había en el salón de la casa donde me estaba quedando.
Así que tras desayunar en el pueblo me dirigí en guagua (15J$) por la carretera principal a la Bahía del Dragón, una pequeña cala acotada que se accede por un camino saliendo de la carretera principal. Pertenece al hotel Dragon Bay, se paga 50J$ por acceder y tiene una piscina y hamacas en la misma orilla. Con más de 200.000m2 para explorar Dragon Bay ha servido como telón de fondo para varias películas de Hollywood, entre ellas "Cocktail" con Tom Cruise como actor principal. También hay dos restaurantes, dos bares (uno en la playa llamado Tom Cruise´s Bar), pistas de tenis, y un centro de buceo.
Luego, por la tarde caminando di un paseo a la siguiente cala, una playa pública con forma de media luna, Wininfred Beach, ubicada en Fairy Hill, algo más grande y preferida por los lugareños. Bajando por un camino de tierra se alcanza la zona de hierba que llega hasta la dorada arena de la playa, aderezado con algunos grupos de árboles y parras. Como telón de fondo hay una colina con enormes árboles que dan sombra y allí se ubican varios puestos de comida que venden bebidas, pescado y mariscos.
Una barra de coral con abundante vida marina que se pude explorar con gafas y tubo la protege. El agua de varios arroyos desemboca en ella haciéndola de un agradable azul-turquesa, y al otro lado se encuentran unas piscinas naturales alimentadas también por manantiales subterráneos.
Por el camino un joven ha instalado un puestito de maderos con frutas y algunas verduras. Entre ellas destacaba las bananas más grandes que yo jamás hubiera visto en mi vida.